viernes, 16 de octubre de 2009

Dany (in memóriam)




Hace años conocí a Dany en San José. Tras la barra del Plátano Azul servía copas con destreza: en un vaso de boca ancha lleno de hielo vertía el alcohol, luego empuñaba un gran cuchillo que colocaba vertical apuntando al centro de la boca del vaso; en la otra mano, la mitad de un limón se estrujaba entre los dedos y recorría, casi cortándose en cuartos, el filo del cuchillo; el zumo caía como del caño de una fuente, para acabar en el fondo mezclado en alcohol. Terminaba el combinado vertiendo una parte del refresco dentro del vaso. Por último, el limón, aún en la mano, se desliza por el círculo de cristal, perfumándolo. Las suyas están entre las mejores copas que he tomado. Antes del primer trago, si querías, encontrabas, apenas un instante, su mirada azul y limpia, que sonreía. En seguida se giraba para volver a dejar la botella en su sitio, entonces era su espalda la que hablaba, y, como sus ojos, lo hacía del viento y de sueños: alas de águila Harley Davidson estampadas en el cuero negro del chaleco. Así confirmaba su apariencia del principio: no era un hombre de aquí; ni de lugar alguno; y sólo una mano de suerte me cruzó en su camino cuando él iba de paso. Aquello no fue más que una larga parada en el desierto, para saborear el mar y las lunas.
Me convence saber que cada noche, dormido, continuaba el viaje; también detrás de la barra, escuchando a Johnny y al motor de su Harley, avanzaban juntos (Los otros solo oíamos de fondo la voz de Halliday mezclada con tragos.): Atrás quedó Kingman. Mañana, mientras amanezca, empezaremos a ver, lejanas, las primeras casas de Barstow; Johnny no lo dudaba, y Dany, tampoco. La costa oeste está cada día más cerca y ninguno de los dos tiene muy claro que sea eso lo que desean. De ahí las largas noches de guitarra y alcohol, detenidos junto a la autopista; y las mañanas dormidos bajo el polvo de los largos tramos aún sin asfalto de la ruta 66.

Pero el 27 de agosto de 2008 Johnny lo convenció.

Ahora permanecen juntos en una llegada eterna que no culmina. Un día de estos que nadie conoce, sonará en Santa Mónica el murmullo quedo de la voz de Dany. (Ya suena, entre las plumas de las alas de su espalda, el compás de las motos llegando al oeste, a la vez que el ocaso de la tarde hunde a lo lejos una enorme esfera de fuego en el agua del mar).

Gabi y la gramática (San José, 2009)



Gabi tiene 11 años y es una máquina. Ahora está a punto de cambiar de ciclo en el colegio y tiene que prepararse (se pelea con la gramática). Por eso Mercedes, su madre, le ha comprado un magnífico libro: Ortografía ideovisual, de Manuel y Mª Luisa San Juan, Ed. Yalde. (Muy recomendable para niños de 9 a 11 años)

Juntos, en la terraza del bar de su tía Mari Carmen, hacemos ejercicios del libro. Hace mucho tiempo que no atendía de este modo con un niño. Su forma de coger el lápiz, de borrar los fallos, su letra, y hasta su postura ante el libro, para pensar, me han traído recuerdos del aula de pupitres largos de madera del colegio. Cuando escribe, con letras imprecisas, redondas y pequeñas, cada una en la casilla que le corresponde del crucigrama, algo parecido a una sonrisa de satisfacción aletea en los ojos del niño, como si fuera imposible que se crucen las palabras compartiendo letras que le corresponden a otra ya escrita y a la que ahora algunas abandonan para formar esta nueva que acaba de escribir.

Desde la playa cercana, a ráfagas, la brisa trae olor de mar mezclado con el de cremas protectoras. Otras veces lo acercan bañistas que se sientan en la terraza, a nuestro lado, con el pelo y la piel aún mojados de sal. De la cocina del restaurante viene olor a pescado, y a cuscús, y a torrijas con nata y caramelo de fresa. Aunque a mí me huele a goma de borrar y a lápices. A escuela…

Gabi, entre tanto, sigue descubriendo prodigios ocultos en el crucigrama nuevo.

miércoles, 7 de octubre de 2009

De vacaciones

Ya estamos de vacaciones. Esta vez creí que nunca llegaban. He estado muy cansado el pasado mes. En Madrid ha hecho mucho calor y el verano se hizo largo; además septiembre es un mes con una carga especial de trabajo para el equipo de Cultura.
Pero todo llega, y aunque me cuesta un gran esfuerzo levantarme, luego el mar se ocupa de despejarme y de elevar mi ánimo; cuando anochece, es el desierto el que se ocupa de mí. Me encanta este lugar. Estoy a la espera de que desaparezca del todo el cansancio para retomar algunos asuntos del libro.

Sí quiero decir que estoy muy satisfecho de los comentarios que hasta ahora ha suscitado Mal momento; y muy agradecido a todos por leerlo y por dedicar un tiempo para hacerme llegar sus impresiones. Algunas han sido fantásticas. Alguna vez las reuniré para que estén desde la web al alcance de todos.

De momento, VACACIONES.