martes, 22 de noviembre de 2011

Querida Paca. Queridísima y necesaria Francisca Aguirre


No soy filólogo ni crítico literario. No soy especialista en nada. Por eso ahora, que por fin te reconocen, mi enhorabuena por este Nacional de Poesía 2011 me acerca una vez más a tus versos; a esos que has escrito y a los que aún no están impresos y ya adivino, porque son los tuyos versos de un solo poema interminable y regalado. Versos en los que Paca Aguirre se desangra como una fruta que madura; que se sabe cercana al final desde el principio; que se reconoce en la mentiras necesarias de la vida para llevarla. Versos nobles, que no engañan. Versos claros de poemas implicados, que ahondan en la razón, el corazón y el alma. Versos del pasado y el ahora; del recuerdo y del instante. Versos de homenaje a los poetas que han sido; a los maestros que ella revive como a amigos. Versos de luz, como los grandes; que duelen por la ceguera de la sombra de la que hablan. Porque son los suyos versos de una larga charla, tan larga como la vida de los vivos; y tan definitiva como la vida de las muertes de todo lo que fue o se ha perdido.

Me acerco ahora, una vez más, a esta poesía verdadera para celebrarlo; para celebrarla. Y una vez más me siento afortunado de tenerla; de que la tengamos. De contar en esta lengua que es la mía con una poeta tan grande; autora de una obra que me ha permitido revivir la inocencia; festejar el mundo y la naturaleza del hombre; que me ha ayudado a asimilar esta deficiencia que es la vida y llorar lo que duele, acompañado.

Gracias, Francisca Aguirre. Y enhorabuena. 

TESTIGO DE EXCEPCIÓN

Un mar, un mar es lo que necesito.
Un mar y no otra cosa, no otra cosa.
Lo demás es pequeño, insuficiente, pobre.
Un mar, un mar es lo que necesito.
No una montaña, un río, un cielo.
No. Nada, nada,
únicamente un mar.
Tampoco quiero flores, manos,
ni un corazón que me consuele.
No quiero un corazón
a cambio de otro corazón.
No quiero que me hablen de amor
a cambio del amor.
Yo sólo quiero un mar:
yo sólo necesito un mar.
Un agua de distancia,
un agua que no escape,
un agua misericordiosa
en que lavar mi corazón
y dejarlo a su orilla
para que sea empujado por sus olas,
lamido por su lengua de sal
que cicatriza heridas.
Un mar, un mar del  que ser cómplice.
Un mar al que contarle todo.
Un mar, creedme, necesito un mar,
un mar donde llorar a mares 
y que nadie lo note.


NO OS CONFUNDÁIS
Y cuando ya no quede nada
tendré siempre el recuerdo
de lo que no se cumplió nunca.
Cuando me miren con áspera piedad
yo siempre tendré
lo que la vida no pudo ofrecerme.
Creedme:
todo lo que pensáis que fue destrozo y pérdida
no ha sido más que conjetura.
Y cuando ya no quede nada
siempre tendré lo que me fue negado.
No os confundáis: con lo que nunca tuve
puedo llenar el mundo palmo a palmo.
Tanto miedo tenéis que no habéis advertido
la riqueza que se oculta en la pérdida.
Desdichados,
poca ganancia es la vuestra
si nunca habéis perdido nada.
Yo sí he perdido:
yo tengo, como el náufrago,
toda la tierra esperándome.

 Aguirre, Francisca: Ensayo General. Madrid; Editorial Calambur, 2000

sábado, 5 de noviembre de 2011

La existencia del otro (Una experiencia de descubrimiento)

La conocí en una red literaria 2.0. No sé por qué razón, ni cómo, iniciamos una relación on line. Reconozco que ella puso mucho más que yo: se hizo amiga en mi blog, en mi perfil de facebook, de mi página y hasta de mi canal de Youtube; me envió mensajes por varias vías y se ocupó de responder a todos los que yo le enviaba. Comenzamos juntos un juego literario entre profe y alumna, con el que nos entretuvimos varios días y surgieron buenos textos. Nos leemos, nos votamos y nos comentamos en todos estos sitios. Y así, de repente, tengo la sensación nueva de que la conozco. Hasta ahora no había experimentado nada parecido. Ella ha abierto en mí un camino inédito de verdadera comunicación. Nunca, hasta ella, sentí con esta intensidad la sensación de la existencia real de mi interlocutor internauta. Ahora espero sus palabras, convencido de que estarán ahí, en cualquiera de los correos, o en todos. Incluso más: ahora pienso en sus palabras en el momento de publicar una entrada, subir una imagen o aportar una colaboración en la red literaria en la que nos conocimos. Ahora estoy seguro de la existencia del otro; de su atención a mis cosas. Hasta ella, nunca preví esa existencia; sabía que podría darse, pero no la presentía. 

La creo alta, alta y guapa (lo segundo es fácil, he visto su retrato). La creo fuerte, porque la vida también la ha golpeado y porque ha sabido levantarse tal como era antes de que la derribaran. Su sensibilidad está intacta, como su capacidad de amar a los suyos y querer a la gente. De corazón tierno, llora fácilmente, cada vez más de emoción; cada vez menos de ira, rabia…, nunca ya de impotencia, porque sabe bien lo que ella vale (o debería saberlo). La habitan un buen humor, algunos amores, y alegrías y tristezas a partes iguales. La creo espontánea, alegre, libre; le gusta cuidar de los otros, no lo puede remediar; y no asusta a nadie. Está siempre dispuesta a una sonrisa de su cara, a una palabra amable de su boca, y a dar explicaciones (aún es joven. Crecerá). La creo leal, honesta, de ojos simpáticos y mirada clara. Y en su mente todo lo que solo tienen las buenas personas.

Me alegro de haberla encontrado. Y de descubrir tantas cosas que se pueden entregar y recibir desde esta pantalla que ya ha dejado de ser fría como otra trinchera. Nadie sabe cuánto se lo agradezco.

Gracias, Vera, Verónica, Vero, Luna. Muchísimas gracias.

© Manuel López Rey