Comienzo una nueva etapa de mi existencia; con ella comienza también una nueva manera de expresarme y de compartir. Así que retomo una entrada anterior para contar que en Galicia se sigue estando bien; muy bien. Estas fotos retratan el entorno de la casa donde vivimos este agosto; el camino a lugares de mi infancia, casi íntimos.
Creo que estas imágenes son suficientes para contar lo que pretendo; para compartir desde este blog un momento importante y agradable de mi vida.
(Pulsar sobre las fotografías para su mejor visualización).
Lo mismo que la plaza 309 del garaje de Madrid; igual de cercana a la puerta de la casa, igual de agradable; igual satisfacción.
Al salir de la casa se recibe al día, que ya entraba por las ventanas; y de repente todo esto... No hay manera de moverse.
Cualquier rincón entre todo y la nada es suficiente.
...mis chicas están muy preocupadas.
...el caballo, también.
"Los pasos", esas piedras que permiten cruzar el río y en las que tantas veces resbalé y me caí.
Dicen que hay menos truchas; y tienen razón; pero el agua sigue tan trasparente y su hechizo en mí tan fascinante como entonces.
Para que no me faltara nada, mi hermana también se acercó hasta allí; y paseamos juntos los caminos que llenábamos de correteos y de risas en la infancia.
¡Cuánto hacía que Yolanda no disfrutaba en un lavadero del río!
A
Shiva no parecen importarle tantos años resecando la madera del suelo de la casa.
Y a mi pequeña
Blue no parece importarle electrocutarse en la sofisticada instalación eléctrica que luchamos por conservar.
Nada ha de ser necesariamente prescindible; la tecnología y las comunicaciones llegaron también con nosotros.
¿Comprendéis por qué necesito un coche grande? He de llevar conmigo todo lo que quiero a donde quiero, incluso cuando pueda parecer que allí de nada se necesita.