domingo, 29 de septiembre de 2013

La historia que no se ve: Árboles en la niebla

Creo que ya es hora de comenzar el curso; ha empezado a llover en Madrid, y huele a otoño; habrá que ponerse a hacer algo. 
Me ha dado por pensar esto precisamente ahora, cuando estoy preparando el equipaje para irme hacia el sur; sacando del armario las toallas de la playa y buscando en el cajón las gafas de sol. Y creo que ha sido por eso que no quiero llevar este trabajo sin hacer; allí, con el calor del desierto bajo los pies y la luz del mar resplandeciendo, no estaría en el entorno más adecuado para atender la última foto que me envía Alfaro para el libro La historia que no se ve
Así que, cambiando de registro, paso a compartir la foto y la descripción; como en otras ocasiones, esta es la conclusión de cuantas sensaciones ha provocado en mí la fotografía, y, sobre todo, es la esencia de cuanto pretendo trasmitir en el texto que escriba.

(No olvidéis pulsar sobre la foto y visitar La historia que no se ve)




La foto número 15 que me ha enviado Alfaro para el libro La historia que no se ve también es en blanco y negro y está llena de misterio. Un paraje en el monte, que se nos antoja perdido y alejado de todo, donde un grupo de árboles se convierte en el foco de atención; árboles viejos, maltratados, algunos secos o quemados, acaso partidos por mil rayos, porque lo primero que trasmite la imagen es una sensación de eternidad: esos árboles están ahí desde el principio de los tiempos. Y que aparezcan reunidos, separados de todo, les otorga un ánima, una intención oculta: ¿Qué hacen ahí? ¿De qué hablan entre ellos? ¿Qué ocultan? ¿Qué pretenden? 
En la imagen, los envuelve una niebla densa, que perfila y a la vez desvanece las siluetas, dando la sensación de que se nos han aparecido de repente, en medio de la nada, porque nada se ve tras ellos; y al aparecérsenos así, dan miedo, porque ellos están seguros, ellos saben algo... Guardan un secreto.

Con estas sensaciones que la fotografía provoca en mí, con estos elementos, trataré de configurar el enigma del cuento, y haré lo posible para que el texto guarde un parecido misterio. En consecuencia, el relato no podrá ser explícito, y el cuento oculto en el cuento, la base del misterio. 

Haré lo que pueda.