El caso es que me apetece que aparezca en mi blog. En realidad me apetece que aparezca en cada momento de mi vida. Y así ha sido y así es. (De ahí que aparezca de forma explícita en la dedicatoria de mi libro Mal momento.) Ha sido testigo permanente de mi estar. Ha sabido, unas veces con más acierto que otras, formar parte de mí. Pero lo que no sabe (aún no se lo cree) es que sin estar está: es así porque forma parte de mi vida desde siempre. Nací a su lado, y a su lado aprendí a conocer este mundo. Luego, de ella aprendí a sufrir el crecimiento. Y hoy, tan mayores los dos, me alegro. Buena maestra, buena persona, buena hermana. Siempre estuvo atenta a mis carencias; siempre a mis fracasos (¿fracasos?), a mis alegrías; se alegró sin compasión de mis éxitos y supo vivir con idéntico dolor mis derrotas. Me enseñó, y continúa haciéndolo, de qué va este pasar que es la vida. ¡Admiro en ella tantas cosas! Su ética, tan personal y tan sólida; su continua entrega a los otros; su afán de conocimiento, su permanente crecimiento; su bondad; su capacidad de amar; de comprender; (seguir sería escribir mi biografía);...y su belleza. Porque para mí es la mujer más bella del mundo. Es mi hermana.
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