Parece que, a pesar de la calima insoportable de este largo verano en Madrid, seguimos trabajando en el libro La historia que no se ve. Por su parte, José Manuel Alfaro me ha enviado nueva foto, también en blanco y negro, y de una calidad fotográfica y literaria insuperables. Por mi parte, me toca escribir el texto correspondiente y, como siempre, primero hay un proceso que debo realizar y que, como casi siempre, comparto desde aquí.
Al recibir la fotografía me quedé largo tiempo mirándola. Me llegó; me llegó a ese lugar adonde solo llegan las cosas que te llegan. Y es que la capacidad narrativa de esta foto es tan poderosa que se hace imposible no ver la historia, una historia. Mi labor en este caso es elegir; escribir siempre es elegir.
Confieso que caí en la tentación de pedirle a Alfaro que me contara algo que me ayudara a situarme. Le escribí: "Cuéntame algo de la foto del señor: dónde está, qué sabes de él, a qué dedica el tiempo libre...". Me respondió: "Poca cosa. La saqué en Gozo, una de las islas de Malta, en un bar antiguo y oscuro, de esos de película. Él estaba tomando un café y leyendo el periódico. No sé nada más".
Pero, como yo no he estado nunca en Gozo (en idioma maltés Ghawdex), me resultó difícil situarme y, sin saber por qué, trasladé el escenario a Buenos Aires, adonde en mi imaginación resultaba más verosímil. Y escribí algo parecido a lo que debería ser la letra de este tango.
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Pero, como yo no he estado nunca en Gozo (en idioma maltés Ghawdex), me resultó difícil situarme y, sin saber por qué, trasladé el escenario a Buenos Aires, adonde en mi imaginación resultaba más verosímil. Y escribí algo parecido a lo que debería ser la letra de este tango.
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