A propósito de King Turner lo nombro en la web, ahora lo traigo e este blog para hablaros de él. Es un antiguo y buen amigo. La vida le ha enseñado y él ha sabido aprender. Nadie como Manolo para escuchar. Sus palabras me han hecho en muchas ocasiones mucho bien. Y sabe que le tengo mucho cariño. Para la farra no hay qien le gane. Su ingenio verbal es insuperable; también a su lado he pasado algunas de las noches más divertidas de mi vida.
Su casa es a la vez su estudio y la Escuela de Cerámica que dirige; un edificio antiguo en el casco viejo de Algete que ha convertido en un lugar vivo y trascendente; allí se cuecen, además de barro, los más interesantes y divertidos proyectos culturales del municipio: lo mismo se crea un grupo de amigos del vino como disculpa para veladas extraordinarias, que nace el proyecto de trabajo con cerámica para disminuidos psíquicos.
A Manolo nada lo para.
También le gusta navegar y escapa a Cádiz siempre que puede, donde vive su hijo, patrón de barco y profesor de vela. El otro tiempo lo pasa trabajando. Es un maestro ceramista. Maestro porque dedica un tiempo a la enseñanza en su escuela, y porque así es considerado en los círculos más exigentes del mundo de la cerámica. Tiene como artista un importante y amplísimo currículo. Sus piezas van más allá de la cerámica, que en él se convierte en material y oficio para realizar auténticas esculturas. Ha sido, si no el primero, uno de los primeros en desarrollar sesiones de rakú al aire libre, abiertas a la participación de todos. Tuve el honor de compartir a su lado alguna de esas primeras experiencias, exitosas y divertidas, como todo lo que toca, y que alcanzaron una gran repercusión cuando los diarios más importantes (El País y El Mundo) cubrieron el evento.
La copa que aparece en la cabecera de esta entrada forma parte de un juego de piezas donde se aúnan porcelana y barro, y al que acompaña una leyenda del autor que no tiene desperdicio.
Aquí al lado, el boceto del cubo de energía que iniciamos juntos Yolanda, Manolo y yo, bajo la parra que sombrea el patio de su casa. Nació como resultado de un encargo del CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) para regalar en un congreso. Era necesario realizar un objeto inútil, pero válido para estar sobre la mesa de un despacho; que sorprendiera por su enjundia, por el tacto y por la forma; también que se relacionara facilmente con el CSIC como institución organizadora del congreso. Al cubo como volumen llegamos enseguida, luego el talento de Manolo empezó a jugar con la forma hecha en barro que ya teníamos delante, sobre la mesa. Hundía en la arcilla sus dedos consiguiendo efectos increibles. Luego con un taladro le atacó hasta el corazón mismo. Se fue a otra parte de la casa y vino con una caja llena de objetos imposibles. Eligió una canica de cristal irisado, la colocó en el centro del cubo, y el resultado fue sorprendente. A los pocos días nos enseñó el prototipo. Lo había titulado cubo de energía: la esfera de porcelana quedó atrapada en medio del cubo de barro refractario de chamota media, bizcochado a 980º, patinado con óxido de hierro, manganeso y vanadio; una segunda cochura a 1.240º en atmósfera oxidante, con cubierta de arcillas y cenizas; en la cara superior, arena de cristal de colores. Hizo más de 300. Cada uno diferente. Todos piezas únicas.
Luego escribió la leyenda:
La energía en el centro,
el vidrio en la cima.
El ojo vigilante
y la mano atrevida.
el vidrio en la cima.
El ojo vigilante
y la mano atrevida.
El rumor que acaricia
el aroma del fuego.
Con los cinco sentidos... y sucede el milagro.
el aroma del fuego.
Con los cinco sentidos... y sucede el milagro.